jueves, 8 de noviembre de 2012

EN QUE MOMENTO SE JODIÓ EL PERÚ?





EN QUÉ MOMENTO…?

  Por: Percy Carrión Rea         “P&R -Perú raíces-         Centro de investigación social”                                                                                         
 

Me permito remitirme a la pregunta de Santiago Zavala, personaje vargasllosiano de Conversación en la catedral y replantarme por enésima vez, sí, ¿en qué momento se jodió el Perú? No sé si alguien se preguntará todavía cuándo y por qué nuestro país entró en crisis. Crisis de todo y de todos, desde los Presidentes hacia abajo, cualquiera caía en el hoyo desproporcionado de la corrupción, es decir incluyendo fuerzas armadas, policiales y religiosos de todo bagaje interpretativo divino. Económicamente somos un producto del descontrol del capitalismo y de nuestra inmoral ansia de poder; ergo, políticamente somos una ruina que se deshace a pedazos, imagen literaria que puede ser realidad en poco tiempo, y moralmente somos una sociedad absolutamente desastrosa como cada día se encarga la prensa de recordarnos cuando habla de nuestros políticos o de personajes populares.
La televisión es el espejo en que podemos recrearnos viendo nuestra bajada a los infiernos de Alighieri. Creíamos que eran insuperables los tiempos en que Laura Bozzo era procaz protagonista del amarillismo mediático pero eso no fue más que el inicio. La absoluta obscenidad moral de la televisión y el morbo sadomasoquista de los espectadores nos proporcionaron grandes momentos de la mayor grosería en una infinidad de programas: Laura en América, Cómicos ambulantes, Vale la pena soñar, Magaly TeVe, Vidas secretas… y otros tantos enmarañados con la Virgen que llora y los titulares inmisericordes de los diarios chicha. El descenso era continuo e imparable, cada temporada nos aportaba un nuevo título grasiento y fétido, de chabacanería generalizada y una avalancha de “periodistos” gacetilleros lacayos que humillarían hasta la muerte a quien el patrón de turno se lo ordenaran, millones de personas veían cada tarde o cada noche esos programas. Todo ello era fiel reflejo del descenso de ética popular, muestra de la marcha de un decadente sistema público de educación y prueba del nulo respeto que sentíamos por los demás y por sí mismos. Y sin embargo pensábamos que éramos mejores y más libres, más educados y más latinoamericanos por ser demócratas, por tener un sistema educativo en permanente evolución -más desfiles, más feriados y horas libres, menos horas de clase de calidad- y socioeconómico en constante avance, por tener una economía en vías de desarrollo, por tener unos valores políticos nuevos -Martha Chávez, Luz Salgado, maría Luisa Cuculiza- que habían desplazado a otros antiguos y desfasados de los que era mejor no acordarse. Pero era un Poder Ejecutivo el que pasaba dinero sucio a algunos congresistas y jueces de tres por cinco ‘lucas’, era el Perú de las agrupaciones políticas independientes, democráticas y ultralegales que cobraban un 10% por grandes obras públicas, el nuestro era un país en que el Presidente tenía prerrogativas con absoluto descaro… Y el Perú era el país que todas las noches se deleitaba con programas de televisión repugnantes de los que posteriormente hablábamos con desenfado en el café o en bar, creyendo que con eso éramos más libres, más cultos y progresistas. Era la bastedad por sí misma, el sexo por el sexo, la incultura como mérito, el analfabetismo como medalla olímpica. Eran y quizás ahora serían, los programas más vistos porque somos inconscientes de nuestro atraso, confundimos la ignorancia con la libertad y la blasfemia con honradez, somos parte integrante del estercolero cultural del mundo como demuestran las encuestas pero preferimos enterrar la cabeza cual avestruz desconcertada. Pero qué nos importa todo esto si en los momentos en que escribo, y según las voces de mis vecinos, ya está comenzando otro capítulo de Al fondo hay sitio. Luego preguntémonos por qué determinadas playas -Balnearios de Atico, Asia, Barranca, Tortugas, Huanchaco, Máncora, Punta sal, Puerto Pizarro-, o cualquier otro lugar de la costa es el lugar escogido por todas las bestezuelas del poder o ‘pituquitos misios’ para emborracharse, mandarse ‘unos tiros’ y armar ‘escandaletes’. Sí, ya sé que el problema no es sólo peruano sino occidental, claro que sí y por eso tengo el íntimo convencimiento de que con el paso de los años seremos todos chinos-comiendo min pao-, por su disciplina y su rendimiento laboral, o cristianos por su número y su fe. Me gustaría viajar al Oriente Eterno al lado del Gran Arquitecto del Universo pero, in omnibus requiem quaesivi
,  sabiendo lo último precedente.

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